Desertar, huir, escapar, abandonar, plantar, fugarse, dejar en la estacada, dar la espantada… Todos términos negativos y todos presentes en los últimos tiempos en Santiago. Todos presentes y en casos diferentes.
Empezamos con la historia de un chico recién salido de su país. Sólo, inexperto y nuevo en un país del que desconoce su lengua y sus costumbres. Del otro lado, un club, pequeño y humilde pero emprendedor, que confía en este talento más que el propio dueño del mismo. Meses más tarde, el muchacho abandona. No puede o no quiere seguir. ¿Falta de adaptación por su parte? ¿Por la del club? ¿Inmadurez? ¿Debilidad?................ ¿Podemos culparle?
Ahora otro contexto, otro equipo, otras circunstancias. Un hombre, hecho, maduro, veterano, competente y reputado. Tras varios meses de dificultades varias lo deja. ¿Falta de entendimiento dentro del club? ¿Sobrecarga física? ¿O mental? ¿Abandona el barco perdedor? ¿No es muy tarde? ¿No quiere participar de algo con lo que se encuentra en desacuerdo?.............. ¿Podremos entenderle?
Mismo contexto pero con diferentes variables. Otro hombre, luchador, comprometido, tolerante y paciente. Huye. ¿Discrepancias con sus colegas o consigo mismo? ¿Falta de motivación? ¿Vaso colmado de decepciones?.......... ¿De qué podemos acusarle?
Obradoiro. Temporada 2009-2010. Hoy es 15 de Febrero. 3 y media de la mañana. 7 victorias y 15 derrotas y no hablo de rachas ni de fracasos consecutivos pues nada de esto tiene que ver con una ética de resultados, sino de formas.
Hace escasos días, leí en el Correo una nota que “agradecía” sobremanera a Curro Segura el que nos hubiese enseñado que había más equipos de baloncesto que el Madrid y el Barcelona. Y parto de aquí, agradeciendo a su autora por el pie brindando, porque analizando la frase palabra por palabra, comprendiendo lo que dice y lo que calla, muestra gran cantidad de los errores que este año se han cometido en Santiago. Analicemos primero lo que dice:
1. Curro Segura. Estandarte elegido por la nueva directiva del Obradoiro a la que el luchador Docobo regala, y todavía no sé hoy porqué, el timón de un barco todavía a flote. Tras barajar varias posibilidades eligen al citado capitán, no precisamente por su trayectoria deportiva, y en vez de agradecer y cumplir celosamente su labor, asume desde el comienzo una potestad y exigencias completamente ajenas a su cargo. Pincha y corta, reina y gobierna sin control, ni planteamientos claros, ni justificaciones, atribuyéndose siempre los éxitos e inculpando a los jugadores de los fracasos. Castiga y facilita comportamientos de forma radical. No agradece ni interactúa con el aficionado, no le permite siquiera acudir un solo día al año a un entrenamiento-pantomima del equipo al que anima. Se encapricha y exige unos refuerzos concretos superando las posibilidades económicas del club para intentar difuminar sus errores. Sigue pidiendo…
2. Enseñar. En Santiago YA HABÍA BALONCESTO. Había hace más de veinte años con el Obradoiro de Aldrey pero también el año pasado. El Sar y otros pabellones compostelanos ya acogían, y no sólo como anfitrión, en temporadas anteriores, a jugadores ACB como Oleson, Asselin, Wideman, Doblas, Splitter (lesionado como visitante), Bulfoni, Savané, Grimau, Barnes, Battle, Van Lacke, Davis, Kickert, Faverani, Prestes, Cusworth, Dani López, Daniel Clark y puedo seguir, así como jugadores de prestigio internacional como Chima Balentine, Antonio Watson, Todd Fuller, Ramdell Jackson, Corsley Edwars, Tractor Taylor, habituales en sus selecciones como Sandi Cebular, Betinho Gomes, Flinder Boyd y un largo etcétera de categorías de jugadores de muy diferente calidad desde la “choquez” hasta la práctica perfección. Además, si su voluntad es aprender baloncesto, deja a un lado las posibles rivalidades y se gira 100 km al este porque un equipo de esa ciudad próxima, de los últimos 20 años, 11 ha estado en ACB. A lo mejor allí sí podía ver a Gasol o Navarro o a Mickeal, que tanto gusta ahora…. ¿Es esa la ACB que querían ver, verdad?
Lo que calla, núcleo o meollo de todo esto es, que desde el comienzo hemos estado condicionados por un complejo de inferioridad falso, impuesto y creído por la mayoría. Que sí, que ya sé que nuestras condiciones eran difíciles pero no insalvables. La gestión aprobó el examen pero dejó escapar puntos y señores, en esta carrera se necesita una nota de corte. Para acercarnos, ¿el resto quién lo puso?

2. Plantilla. El compromiso, ganas y valor de la mayoría de los jugadores ha sido irrefutable. No sé si por unos colores o bien por una necesidad de crecer egoísta, pero sana puesto que son profesionales. Otra cuestión es el equipo técnico, en el que no ahondaré más, haciendo la última mención al preparador físico (Si hubiesen ido 100 km al este el año pasado, habrían visto al vecino poniendo las barbas a remojo y sabrían qué hacer en casos como este) El coraje y arrojo han dado, tanto en Sar como fuera, momentos estelares innegables que sin embargo, no pueden redimir los errores ajenos. Además tampoco es su labor.

Cuando Kangas se marchó del Rosalía, lo critiqué por dejarnos en la estacada. Había faltado a su compromiso. Cuando Jackson plantó al Obradoiro le reproche una y mil veces su actitud a la que achaqué falta de profesionalidad mezclada con asuntos ocultos. Cuando me enteré de la dimisión de Laíño sentí que una vez más otro dejaba el barco.
Sin embargo. Circunstancias de la vida me hicieron pensar en los que a miras de muchos son los grandes desertores en el mundo del arte. En la Unión Soviética, multitud de niños eran sacados de la pobreza y se les daba una educación a través del ballet, una oportunidad de progresar en uno de los pueblos que más ha sufrido a lo largo de la historia contemporánea. Algunos llegaban a ser estrellas en el Kirov del antiguo Leningrado o en el Bolshoi de Moscú pero los rígidos ballets, los forzaban física y mentalmente a estancarse, acotando su repertorio, técnica o incluso hábitos alimenticios.
Era ahí donde aparecía la contradicción que les llevaba a hacer una dura elección. Elegir entre la compensación y el compromiso a los que te dieron una oportunidad pero te oprimen con su gestión, o búsqueda individual y ansia por crecer, mejorar y expandirse. Pensando en ellos, en Rudolf Nureyev, Natalia Makarova o Mikhail Baryshnikov también en mí apareció una nueva contradicción.
No soy Hamlet. No quiero dudar y no dudo. Lealtad, compromiso, responsabilidad u honradez son conceptos que remiten a la individualidad. Yo estoy dispuesta a cumplir con todos y cada uno de ellos pero si los demás no los acatan y no cumplen su obligación, la incondicionalidad no sirve de nada.
Y yo no quiero tener que elegir.

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